Las malas hierbas como se les conoce tradicionalmente, no son tal en un concepto ecológico. Forman parte del sistema como un elemento más. Acogen insectos útiles, esponjan el terreno, evitan la evaporación del agua del suelo, pueden tener el "efecto bombeo", cogen elementos nutritivos de capas profundas y, al asimilarlos, después quedan en la superficie al morir la planta y evitan la erosión por viento y agua.
Se trata de manejarlas y controlarlas, no eliminarlas. La competencia que siempre se ha argumentado para su eliminación no existe en la realidad, numerosos estudios lo certifican.
Por el papel que hacen en nuestro miniecosistema, es mejor llamarlas hierbas arvenses, adventicias o espontáneas.
¿Qué podemos hacer para evitar una invasión?
Impedir su entrada. Con un seto o cortavientos evitamos la entrada de semillas por viento, si usamos solamente compost maduro para fertilizar, evitaremos que contenga semillas.
Podemos hacer "mulching", cubrir el suelo con materiales que evitan la pérdida de agua por evaporación y, de paso, evitan que surjan las hierbas espontáneas.
Una solución de tipo "si no puedes con tu enemigo unete a él": se planta una cubierta vegetal, se trata de plantas que nosotros plantamos con la finalidad de cubrir el suelo. Pueden ser leguminosas para fijar el nitrógeno atmosférico, o crucíferas que mejorarán la estructura.
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